La arquitectura industrial se conoce a veces como la rama de la arquitectura enfocada en la funcionalidad más que en el diseño, pero esto no siempre es así.
En primer lugar, cabe remontarnos a los orígenes de la arquitectura industrial, que se dio precisamente a la par de la revolución industrial a mitades del Siglo XVIII. Cuando los avances de la época hicieron surgir nuevas necesidades en la humanidad, a raíz de los inventos de las máquinas de vapor, que optimizaron el trabajo que antes tenían que hacer muchas personas, dio pie a la necesidad de construir fábricas, puentes, hospitales, y toda la infraestructura que necesita una ciudad moderna.
De esta forma, la arquitectura industrial se dedicó a diseñar nuevas edificaciones, y hasta hoy día, es la rama de la arquitectura que se enfoca en construir obras destinadas a albergar maquinaria, o que tengan un fin más utilitario que artístico. Lo cual ha llevado a la errónea percepción que son trabajos carentes de valor estético, o que el diseño pasa a un segundo plano.
Siendo así, la arquitectura industrial se diferencia del resto de las ramas de la arquitectura en primer lugar por su propósito, el cual consiste en crear espacios funcionales, es decir, enfocados en la industria. A partir de esto, operará de manera distinta y requerirá de materiales diferentes, utilizando principalmente el hierro fundido, el hormigón, el vidrio, y el acero laminado. Ya que se trata de materiales de más bajo costo, accesibles, y que permiten la producción en serie. A diferencia del bronce o mármol que una arquitectura más enfocada en el diseño utilizaría.
Retomando la idea anterior, sobre la arquitectura industrial priorizando la funcionalidad sobre la estética, digamos que es una idea completamente errada, y así lo demuestran grandes edificaciones de la arquitectura industrial de la historia, como lo son el Empire State, el Burk Khalifa en Dubai, la Torre Eiffel, el Jardín Botánico de Kew en Londres, el edificio Chrysler en Nueva York o el puente de Coalbrookdale en Inglaterra.
Estas obras son el ejemplo perfecto del balance perfecto entre funcionalidad y arte en el sentido más estricto de la palabra. Gracias a la arquitectura industrial es que podemos contar con edificaciones que son útiles y bellas al mismo tiempo.